Nissan Xterra vs Dacia Duster

El Dacia Duster está teniendo un éxito inesperado. En sus dos primeras semanas de comercialización, en 2010, vendió nada menos que 5.000 unidades, y desde entonces ha ido escalando posiciones en muchos mercados, y no sólo en países como Rumanía o Turquía.

Sin ir más lejos, en Francia es un auténtica locura, y hay meses de espera para hacerse con uno. Nunca Renault podría haber pensado que un Dacia iba a tener más éxito que sus propios coches. A los franceses les encanta la combinación de habilidades camperas con el diseño poco agresivo. De hecho, les gusta tanto que han llegado a verse anunciados Dacias Duster de segunda mano más caros que nuevos, para aquellos a los que no les importa pagar un poco más por hacerse con uno y no tener que estar en una lista de espera de hasta 7 meses (algo parecido pasó también en España en 2008 y 2009 con el Nissan Qashqai).

Para acabar de rematar la jugada, el llamado “SUV de los pobres” 2010 fue elegido mejor 4×4 del año en Francia, desesperando a los que pagan 3, 4, 5 y 6 veces más por otros todoterrenos de marcas de más renombre como Nissan, Land Rover, Toyota o Mitsubishi. Tanto es el éxito del Dacia Duster que Renault lo vende como Renault Duster en Argentina y Brasil, mientras que es posible que se venda como Nissan en la India y otros países. En este último caso, el Dacia Duster podría ser como una especie de Nissan Xterra. De hecho, se parecen bastante (salvando las distancias entre un mastodonte y auténtico Nissan Xterra con un más débil y modesto Dacia Duster):

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La nueva consideración de la llamada teléfonica

Un brillante artículo en El País pone de manifiesto una realidad de la que cada vez somos más conscientes: la llamada telefónica está adoptando una nueva consideración, y además se está convirtiendo en algo considerado desfasado socialmente. El artículo dice,

Me dicen que hablar es una práctica demodé. Y es posible, hay que mirar de frente al teléfono y reconocer que sólo suena cuando llaman los padres, los jefes o sus secretarias y los operadores de telemarketing. Punto. Desde 2009 las operadoras telefónicas comenzaron a reportar el crecimiento del tráfico de cualquier tipo de datos, excepto los de voz.

El artículo destaca varias razones por las que cada vez más procuramos evitar las llamadas telefónicas:

¿Quién llama y quién osa devolver las llamadas? ¿Para qué? Todos son riesgos. En ocasiones, la voz tiembla; las palabras se atragantan; la respiración traiciona; los silencios son demasiado elocuentes. Se consume tiempo. Y lo peor, del otro lado alguien puede pretender que se tenga una respuesta coherente, lista para ser comunicada verbalmente.

Hay razones para estar harto. Como media todos, ellos y nosotros, disponemos de cinco maneras de ser encontrados inmediatamente en teléfonos, chats varios, redes sociales o correos electrónicos. Ante tanta disponibilidad, la ambigüedad es el nuevo arte a cultivar. Emplee todos esos recursos para decir lo menos posible. Manténgase en tierra firme. Haga bromas sistemáticamente. Parapétese tras los emoticones. Tantee el terreno con mensajes. Si no hay respuesta no tendrá ni que despedirse. Nunca podrá conseguir tantas prestaciones con una llamada.

“Un SMS o un what’s App ahorran el saludo, la introducción del tema, y la intromisión en la vida del otro. Un mensaje es una comunicación diferida, breve y telegráfica, permite ir al grano sin sentirse maleducado”. Detengámonos un minuto en la palabra “diferida” porque añade la enorme ventaja de disponer de un margen de maniobra del que carecemos en una conversación en la que los minutos de reflexión se convierten en silencios incómodos que revelan mucha información sobre nuestra postura.

Y sí, esta psicóloga acepta que hablar es peligroso. “Una llamada puede delatar si te acabas de despertar, si estás en casa con amigos y te has bebido una copa, si has llorado o si estás impaciente por terminar la conversación. Muestra mucho más de uno mismo”.

Mis amigos reconocen que ahora más que nunca se dan el lujo de no contestar en esos raros días en que el teléfono suele manifestarse. Estas son sus razones: “Sabes que quién llama quiere hablar y tienes que disponer de al menos media hora”. “Las posibilidades de discutir se disparan”. “Esperan que tenga una respuesta concreta, si no estoy en condiciones, no contesto”. “Prefiero el chat. Mientras hablo puedo seguir con mis cosas, una llamada exige dedicación exclusiva”.

El artículo, sin embargo, no desarrolla más los tres motivos que a mi parecer son fundamentales para entender el declive del teléfono y el auge de la comunicación escrita, y sobretodo del email:

Por un lado, el email tiene mejor efectividad: se responde sólo cuando se tiene toda la información; de este modo se evitan los torpes “No lo sé”, “Tengo que mirarlo”, “Lo averiguaré”, etc. Cada mensaje tiene mucho más valor porque viene mucho mejor documentado y, además, esa información viene mejor articulada.

Por otro lado, no hay necesidad de hacer filigranas para tomar notas en una servilleta o en un post-it mientras se habla por teléfono; viene todo ya escrito. Y la información que nos envían, fácilmente la podemos agregarla a nuestros puntos de interés del GPS, a nuestra lista de contactos, a nuestra carpeta con información sobre ese asunto.

Tampoco hace falta hacer un gran esfuerzo de memoria; todo ha quedado grabado, y está siempre ordenado, localizado y disponible para ser encontrado a golpe de buscador en el ordenador. Por este mismo motivo, en las relaciones profesionales la comunicación escrita aporta una gran ventaja: se acabaron en gran medida las falsas promesas que se soltaban antes por teléfono porque el aire se las llevaba. Ahora queda todo escrito, y por tanto la gente suele ser más prudente y sincera en lo que asegura, afirma o promete.

Finalmente, el artículo elabora sobre cómo la llamada telefónica se está empezando a considerar como algo maleducado porque obligas al otro a atenderte aunque no quiera, y eres tú quén, al llamar, fijas cuando quieres hablar:

Hablar ha adquirido connotaciones insospechadas. Se considera invasivo, inoportuno o mucho peor, demasiado comprometido. La gente hace cualquier cosa por sacarse una llamada de encima. Incluso calcula hábilmente llamar cuando del otro lado hay garantías de no respuesta al tiempo que se deja el rastro elegante de una llamada perdida.

El artículo original, escrito por Karelia Vázquez, está aquí.