2 ruedas bien, 4 ruedas mal

Bicicleta o coche

Antiguamente, a medida que los habitantes de las ciudades mejoraban su nivel económico con los años, pasaban a vender su bicicleta para comprar una moto, después pasaban a comprarse un coche y finalmente un segundo coche. Algunos llegaban a tener un todoterreno o un deportivo, según su estilo de vida.

Hoy en día, es casi al revés. Mientras que en las metrópolis de los países en desarrollo hay cada vez más coches, generando enormes problemas de tráfico en ciudades como São Paulo, Estambul o Bangkok, en las ciudades más desarrolladas y ricas se oye cada vez más el tintineo de las bicicletas. Hoy en día, los centros urbanos más ricos de los países más avanzados son impulsados por los sencillos pedales de la bicicleta. Casi se puede juzgar la riqueza de una ciudad por el número de personas que no viajan en coche.

En Londres ha habido un aumento del 155% en el número de personas que circulan en bicicleta. Pero aún así Londres sigue estando muy lejos de muchas otras ciudades con mayor cultura bicicletística: el 36% de los residentes de Copenhague van a trabajar en bicicleta. Lo mismo sucede en otras ciudades como Amsterdam, Utrecht, Sevilla, Burdeos, Malmö, Berlín, Tokio y Montreal, según el Copenhagenize Index, que mide el uso de la bicicleta en diferentes ciudades y la calidad de sus infraestructuras para las dos ruedas sin motor.

Lo que une a los ciclistas de estos lugares no es sólo el deseo de ser un poco más verde, recuperar la salud o el deseo de evitar el metro. No, hay más motivos que los habituales tras este cambio de paradigma.

En primer lugar, hay un poco de esnobismo invertido: “¿Por qué necesito un coche? Yo vivo en el centro de Londres”. Es decir, ir en bicicleta es una manera de decirle a todo el mundo que vives en el centro de Londres, Estocolmo o París, no en el extrarradio.

A parte de ayudar al planeta, lo de ser verde o ecológico también ayuda a sentirse bien a uno mismo. Antes por ir en bicicleta te sentías por debajo de los que iban cómodamente sentados en sus coches, pero ahora el que va en bicicleta se siente mejor que el que va en coche. Deja mal a los que contaminan. La bicicleta eleva la auto-estima.

También hay un efecto rejuvenecedor. Ir en bicicleta rejuvenece más que cualquier crema anti-edad. Los jóvenes van en bici, los mayores en coche. Entre las personas que las usan las hay las que dejan en su garaje buenos coches pare ir en bicicleta al trabajo. No lo hacen por economía, lo hacen por aparentar más juventud.

Por supuesto, muchos se han dado cuenta de que moverse por la ciudad es fácil en bicicleta. Para estas personas, el lujo en el transporte no son los sillones de piel en una limusina y un chófer, sinó un commuting rápido y ligero entre el trabajo y el hogar.

La humilde bicicleta es hoy en día todo lo contrario a humildad. Aún suena a medio de transporte económico y democrático, pero no lo es. Es un medio privado, no un transporte público. Algunas bicicletas valen lo mismo o más que algunos coches de segunda mano.

Los que la llevan consideran que el coche es para las masas. Los que las llevan aparentan 10 años menos que sus colegas del coche, y también parecen más interesantes que los que van a trabajar en coche.

Ir en bicicleta es más cool que ir en coche. Si paseas por delante de las oficinas de agencias de diseño, empresas de software, moda y creatividad, startups de internet y nuevos medios de comunicación, verás que sus paredes están repletas de bicicletas. Sólo el contable llega en coche. Todo un síntoma.