Naming de coches en la industria automovilística

Naming de coches

Dentro del marketing existe una disciplina llamada naming que consiste en dar nombre a productos y servicios de las empresas. Para muchos sectores el naming es pieza clave dentro de la arquitectura de marca de las compañías, pero especialmente en la industria del automóvil, en la que los coches tienen un carácter de producto aspiracional, el naming juega un rol fundamental. Los nombres de los vehiculos deben ser atractivos, persuasivos, y transmitir la personalidad y el posicionamiento que se quiere para un vehículo en cuestión.

A pesar de lo que pueda parecerle a un outsider, el naming no suele ser fácil. Viene afectado por factores como el registro de marcas comerciales, la correcta localización en varios idiomas (la industria está llena de historias en las que un nombre mal escogido ha ocasionado no sólo problemas legales, sino también a veces burlas, como es el caso del Mitsubishi Pajero, el Rolls-Royce Silver Mist o el Chevrolet Nova) y también el número limitado de palabras disponible, sin contar por supuesto los nombres de dominio, etc.

Algunas marcas, especialmente las que tienen un cierto carácter premium, como BMW o Mercedes, prefieren articular las sub-marcas de producto con un código alfanumérico en vez de usar nombres.

Así, tenemos las series 1, 3, 5 y 7 de BMW, seguidas de unos dígitos que indican el tamaño del motor. Por ejemplo, el BMW 325i pertenece a la serie 3 y tiene un motor de 2,5 litros, mientras que el 330i pertenece a esa misma serie pero tiene un motor de 3 litros (la i identifica a los vehículos dotados de un sistema de inyección, mientras que la d del 325d significa que el coche tiene motor diesel). Por otra parte, los todoterrenos reciben nombres como X1, X3 o X5.

Por su lado, Mercedes utiliza “clases” en vez de “series”. De este modo tenemos la clase E (los más económicos), la clase S (los más caros), la clase C (sedanes), la clase M (crossovers) o la clase G (los más exclusivos). Los descapotables, por su lado, reciben iniciales como SLK, CLK o SL (de más caro a más barato). Luego hay otras clases combinadas como la CLS, CL, SL, SLR… El caso de Mercedes es realmente extremo y es paradigmático de la confusión que puede llegar a conseguirse con tal sopa de letras. Una visita a su web es suficiente para acabar mareado. Al igual que en BMW, en los nombres de modelo de Mercedes los tres últimos dígitos indican el cubicaje del motor. Así por ejemplo un E320 tiene un motor de 3,2 litros.

Otro caso parecido es el de Audi, con sus A1, A2, A3, A4, A5, A6 y A8 para turismos y deportivos y Q3, Q5 y Q7 para crossovers (aparte de los más extraños TT y  R8). Los que abogan por este tipo de articulación de marca y submarca aseguran que de este modo todo el peso del nombre recae en la marca fabricante, no en el modelo de coche en particular, y eso ayuda a fortalecer la marca del fabricante, en vez de la del coche, que se supone perecedero. Hay otros fabricantes que, aunque no poseen una marca premium, se han apuntado a esta vía, como Hyundai, que ha nombrado sus utilitarios, de más pequeño a más grande, como i10, i20 y i30.

La mayoría de los fabricantes, sin embargo, prefiere bautizar sus vehículos con nombres propios: Ibiza, León, Mégane, Focus, Clio, Fiesta, Corsa. En los últimos años los nombres pseudo-latinos han seguido la tendencia en el naming de empresas (Vocento, Accenture, Nominalia…) y se han grabado sobre el chasis de los coches nombres como Yaris, Avensis, Auris, Kalos, Captiva, Atos, Octavia, Felicia, Agila, Verso, Fabia, Aveo, Exeo etc… Pero estos latinatos están dejando de estar de moda últimamente y falta ver por dónde irán las tendencias futuras en el naming de coches.

Existe un segmento de vehículos en el que el naming de coches ha generado nombres que son especialmente evocativos; se trata del segmento de los todoterrenos, todocaminos, SUV’s y crossovers de diferente pelaje. En este segmento, los nombres suelen ser espectaculares y poderosos, como corresponde a un segmento pretendidamente aventurero.

Así, tenemos el Toyota Land Cruiser (algo así como “crucero de tierra”), el Land Rover Discovery (“descubrimiento”), el Ford Explorer (“explorador”), el Chevrolet TrailBlazer (algo así como “el que deja huella por donde pasa”), el Volkswagen Touareg (por la tribu nómada norteafricana), el Nissan Qashqai (otra tribu nómada, en este caso de las estepas de Asia Central), el Land Rover Freelander (algo así como “libre para campar”), el Nissan Pathfinder (nombrado igual que la nave espacial enviada por la NASA a Marte), el Subaru Forester (algo así como “el de los bosques”), el Land Rover Defender (“defensor”), el Nissan X-trail (algo así como “camino extremo”), el Mitsubishi Montero (derivación del español “montañero”), el Nissan Frontier (“frontera”), el Opel Frontera (no hace falta traducción), el Toyota Highlander (“montañés”), etc…

Si a alguien le interesa echar un vistazo a cómo los profesionales del naming escogen un nombre para los coches, puede leer este artículo, que aunque generalista y poco en detalle es recomendable.